Nada, sólo vacío
Mi respiración se entrecortó. Un desagradable cosquilleo
recorrió mi espalda, que apenas intentó incorporarse en un gesto torpe como
para afianzarse en la silla. Solté la hamburguesa mordida a la mitad.
El
celular seguía sonando y esos pocos segundos fueron como un suspenso eterno,
despiadado. En la pantalla estaba el nombre de Rosanna y yo no necesitaba
responder para saber cuáles serían sus palabras.
Atendí e intenté simular una voz calmada. Su tono era tal
cual lo había escuchado ya en mis sueños. Apenas como pude me paré de la silla y fui hasta la pared
roja al pie de la escalera. Respiré y dejé que hablara.
“Sólo te llamaba para decirte que ya ocurrió”, recuerdo con
intensa rabia esa frase. De pronto en un parpadeo mis ojos se humedecieron,
pregunté detalles: a qué hora? Cómo había sido? Recuerdo que tenía especial
interés por cerciorarme que hubiese estado en paz en ese instante.
Me dijo que sí, me contó que fue junto a su madre y con
mucha tranquilidad. En ese momento pensé que valió la pena el sacrificio de la
distancia por el amor de una madre. Luego palabras y resignaciones que no recuerdo con claridad.
Cerré la llamada y volví a la mesa.
Mi madre me miró y de inmediato se alarmó al ver mi cara. “Ya
falleció”, apenas pude decir.
Ella se quebró momentáneamente y yo le seguí. Luego me dijo
que estuviera tranquilo. Yo simplemente no podía reaccionar más, no había
hambre, ni dolor, ni nada, sólo vacío.
Me quedé ahí mirando hacia fuera en el centro comercial.